jueves, 30 de septiembre de 2010

LO QUE REALMENTE VALE

“Si se humilla mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oran, y buscan mi rostro, y se convierten de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra”. 2 Crónicas 7:14

Salomón había terminado los últimos detalles de la construcción del templo. Era un templo deslumbrante en su estructura física, y sería motivo de alegría y satisfacción para todas las personas que de alguna manera habían contribuido en la edificación de la casa del Señor.
Esa noche, el Señor se le apareció a Salomón y le dijo que lo que realmente importaba del templo no era su aspecto exterior, sino lo que sucedería dentro de él.
El versículo de hoy ha sido usado muchas veces para decir que si la iglesia “no se convierte de sus malos caminos”, Dios nunca podrá bendecirla. En realidad, éste es el propósito final de la declaración, pero el versículo contiene más que simplemente el objetivo. También muestra el método.
El texto menciona los pasos: 1) Humillarse. Reconocer la insuficiencia y debilidad, la incapacidad. Este reconocimiento nos llevará de manera natural a buscar ayuda en un ser superior. Dios no puede hacer nada por quienes no reconocen su necesidad y no lo buscan. 2) Orar. Este es uno de los medios de comunión con Cristo. Oramos no para informar a Dios de nuestras actividades, sino para crear en nosotros el sentido de dependencia. Orar es vivir constantemente unido a Jesús y tenerlo presente en nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. 3) Buscar el rostro del Señor. ¿Cómo se contempla a Dios? A través del estudio de la Biblia y de la meditación. El cristiano debería pasar como mínimo una hora diaria meditando en el carácter de Jesús.
Después de dar esos tres pasos viene el resultado: “Convertirse de los malos caminos”.
Meditemos en lo siguiente: La mayor alegría que Dios siente no se debe a la hermosura del templo o a la mucha o poca asistencia, sino a la actitud con que sus hijos lo buscan. Ir al templo debiera constituir un acto de alabanza, y testimonio. Deberíamos ir porque lo necesitamos, reconocemos nuestra dependencia y queremos exaltarlo y decirle que él es todo para nosotros.
(Tomado de: A solas con Jesús)

miércoles, 29 de septiembre de 2010

TRANSFORMANDO LIMONES EN LIMONADA


“Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósitos son llamados”. Romanos 8:28


Cuántas veces nos sucede en la vida algo que, a primera vista, trastornará todos nuestros planes. Con frecuencia, la reacción instintiva es reclamar a Dios: “¿Por qué permites esto?” Y la respuesta parece no venir. Son momentos amargos como el limón, pero, para quienes aprenden a depender de Dios, los limones ácidos pueden transformarse en una deliciosa limonada.
Detrás de cada espina que aparece en nuestra vida, Dios siempre tiene una rosa para ofrecernos. Sólo que para sentir la maravillosa fragancia y ver la belleza de la flor, es preciso aprender a convivir con Dios y ser pacientes.
“A los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien”, dice Pablo. Bien sabía lo que estaba diciendo, pues en su vida llevaba una espina. En cierta ocasión pensó que no podría soportarla más y le pidió a Dios que le sacase ese aguijón de su carne: “Bástate mi gracia” fue la respuesta divina, y el tiempo se encargó de mostrarle a Pablo que Dios tenía razón; que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”.
¿Alguna vez te sucedió algo que te amargó, no tanto por el hecho en sí, sino por el momento en que ocurrió? ¡“No podía fallar, justo ahora”! Y en esos momentos pensamos que hasta Dios se olvidó de nosotros. ¡Ah, si pudiésemos ver los propósitos divinos! Quedaríamos avergonzados, con seguridad.
Meditemos en lo siguiente: ¿Las cosas no se presentan bien para ti? ¿Ayer nada salió bien y no sabes cómo actuar o encarar hoy esas circunstancias adversas? Ve en nombre de Jesús, pues nada acontece sin un propósito divino. Confía en él.
(Tomado de: A solas con Jesús)

martes, 28 de septiembre de 2010

ESTE ES EL CAMINO

“Entonces tus oídos oirán detrás de ti la palabra que diga: “Este es el camino, anda por él y no echéis a la mano derecha, ni tampoco os desviéis a la mano izquierda”. Isaías 30:21

El maravilloso resultado de vivir en comunión diaria con Jesús es experimentar la dirección del Espíritu Santo. Al permanecer en la presencia del Señor, él habita en nosotros en la persona de su Santo Espíritu. A partir de ese momento “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mi”, dice el apóstol Pablo en Gálatas 2:20.
Naturalmente, el Espíritu no puede obligarnos a hacer algo que no queremos. El nos habla, nos muestra el camino, nos dice cuándo estamos equivocados, qué corregir, qué cambiar, cuándo pedir perdón, etc.
Nuestra parte consiste en ser sensibles a esa voz. Ningún ser humano tiene el derecho a esperar la plenitud del poder del Espíritu si está rechazando cada día esa voz que le habla mostrándole el camino.
Existen muchas personas que, ante las instrucciones claras de la Palabra de Dios, esperan sentir “la voz de Dios” para actuar.
Este es el peligro en que puede caer una persona que desea ser guiada por el Espíritu. El Espíritu inspiró a los escritores bíblicos y es a través de la Biblia como transmite instrucciones para sus hijos hoy. En el momento de la tentación o de la indecisión, el Espíritu nos hace recordar la instrucción divina dejada en la Biblia. Entonces, ¿cómo espera una persona que no lee la Palabra de Dios, ser guiada por el Espíritu?
Meditemos en lo siguiente: Cuando abrimos la Biblia, nuestra actitud debe ser la actitud del hijo que desea oír el consejo del Padre. Nuestra oración debería ser: “Señor, enséñame el camino en que debo andar, oriéntame a lo largo del día. Necesito tu consejo y por eso abro tu Palabra escrita. Sal hoy con la convicción de que el Espíritu te hará recordar la instrucción divina en el momento exacto.
(Tomado de: A solas con Jesús)

lunes, 27 de septiembre de 2010

DIOS INCOMPARABLE


“Oh Señor, ninguno hay como tú entre los dioses; ni obras que igualen tus obras”. Salmo 86:8


Tu actitud ante las dificultades de la vida, depende de la dimensión de tu Dios. Si tu Dios es pequeño, fabricado, imaginado, cualquier problema será una barrera imposible de traspasar. El ser humano es contradictorio. Le gustan los pequeños dioses, apenas para calmar la conciencia. Dioses en forma de “llaveros”, “amuletos”, “energía”, “luz”, “aura”. El ser humano muchas veces dice: “Dios está en todo”. Y lo repite todos los días hasta que acaba creyéndolo.
Es cómodo creer en un dios que no nos señala el camino. Que se limita a acompañarnos y está al “servicio” de nosotros. La tragedia es que ante las circunstancias difíciles de la vida, tú descubres que todos esos dioses creados, son apenas paliativos. No hacen nada. No resuelven nada. No tienen poder. No sirven para nada.
Esta realidad fue lo que llevó a David a hacer la oración registrada en el Salmo 86. En este salmo, David expresa súplica y, al mismo tiempo, confianza. Vive un momento terrible. “Estoy afligido y menesteroso”, dice en el verso 1. Se limita a llorar. Las lágrimas parecen inundar el corazón y la angustia sofocarlo.
En esas circunstancias, David no creó pequeños dioses. En las noches claras y estrelladas, mientras cuidaba su rebaño en el campo, contemplaba la grandeza del Dios Creador. Su Dios estaba por encima de cualquier otro dios. Era incomparable y eterno. Por eso en esta oración, suplica y al mismo tiempo confía.
Meditemos en lo siguiente: ¿Cuál es el drama por el cual estás pasando en este momento? Al iniciar el camino de este día, aparta unos minutos para meditar en las grandes obras que Dios hizo ya en tu propia vida. ¿Acaso Dios no te libró otras veces? Si lo hizo antes, ¿por qué no lo hará ahora también?
(Tomado de: Cada día más sabio)

viernes, 24 de septiembre de 2010

¡Confia en Dios!

” En ti confiaran los que conocen tu nombre, por cuanto tu, oh Jehová, no desamparaste a los que buscaron” (Salmo 9:10).

La voz de Douglas sonaba a tragedia.
Parecía un grito de agonía. El reloj indicaba exactamente las 9:50 a.m., hora del este. Para el, sin embargo, ya era noche. El fin de sus sueños había llegado. Los ahorros de toda su vida estaban invertidos en la bolsa de valores y de repente todo se desmoronaba ante de sus ojos.
Por eso me llamo. Se acordó de Dios y quería que yo lo ayudara a orar para ver si podía salvar algo, en medio de todo aquel terremoto financiero.
En Nueva York, las bolsas parecían enloquecidas, como un carro sin dirección, precipitó abajo. En Europa el caos no era menor. Rusia y Brasil tuvieron que cerrar el pregón de la bolsa para ver si los ánimos se calmaban después de una caída brutal del 15 por ciento.
En Portland, donde yo estaba, el transito en medio del día sombrío se me antojaba un desfile de muchas carrozas, al ritmo insistente de una llovizna gris y sin vida.
Estados Unidos vive uno de los peores momentos de su historia. Se ha perdido la confianza en el sistema financiero. El país de sueño americano parece un gigante herido, tambaleante, tratando de descubrir que es lo que está sucediendo. El fantasma de la recesión avanza implacable. Muchas familias de clase media están devolviendo sus casas porque no están en condiciones de pagar. Todos, de una forma u otra, se ven amenazados por un futuro sombrío e incierto a corto plazo.
En medio de toda esa turbulencia que bueno es acuchar la voz de dios que nos dice:” En ti confiaran los que conocen tu nombre, por cuanto tu, oh Jehová, no desamparaste a los que buscaron” (Salmo 9:10).
Confiar en el Señor es el secreto para salir victorioso de todos los embates de la vida. Tal vez el consejo te parezca simple, ingenuo. ¿De qué sirve confiar en Dios cuando todos los ahorros de tu vida se están haciendo humo? ¿La caída de la bolsa va a detenerse solo porque confías en Dios? No. Tal vez no.
Pero los que confían en el Señor no desesperan, no enloquecen ni piensan que la única salida es la muerte. Los que conocen a Dios saben que él puede levantar a sus hijos de las cenizas, como lo hizo con Job
¡Deposita toda tu confianza en Dios! Conócelo! ¡ Cree en el ¡ Dios jamás desampara a los que buscan.
Cuando desde el punto de vista humano todo te parece perdido, todavía resta la oportunidad de Dios. Los vientos puedes parecer contrarios, pero tú estas seguro en los brazos de un Dios que no conoce la derrota.
¡Cree en eso!
Por Alejandro Bullón

jueves, 23 de septiembre de 2010

YO EN TI CONFÍO


“Mas yo en ti confío, oh Jehová; digo: Tú eres mi Dios”. Salmo 31:14


La vida espiritual es una experiencia individual. Tú no puedes ser fiel a Dios en grupo. Es verdad que el grupo ejerce influencia en la vida de la persona, pero el Dios “de la iglesia” puede no ser tu Dios, y el crecimiento espiritual de la iglesia no garantiza tu propio crecimiento espiritual.
La tendencia natural del ser humano es mirar a los demás a fin de tranquilizar su propia conciencia. Es natural esconderse detrás de los otros, o mirar en la misma dirección que ellos antes de tomar una decisión. Pero el salmista declara: “Mas yo…”. Puede ser que todo aquello que Dios hizo en la vida de las personas no sea motivo para que lo reconozcan y acepten como Dios. Tal vez los milagros cotidianos que acontecen en la vida de tanta gente no llevan a esas personas a depositar su confianza en Dios. No lo sé y no quiero que eso influya en mi vida, “mas yo en ti confío, oh Jehová”.
Esta es la expresión de una fe particular, íntima y personal. “Tú eres mi Dios”. Aquí está el secreto de una gran victoria. Dios es mío. Lo tengo en mi corazón. Las personas pueden quitarme todo, menos la confianza que tengo en mi Dios porque yo lo conozco.
La vida espiritual es una relación permanente de amor entre Dios y el hombre. David alababa el nombre de ese Dios que amaba, de mañana, al mediodía y a la noche.
¿Por qué crees tú que el cristianismo se llama cristianismo y no “iglesismo”? Porque el cristianismo es la comunión diaria con Cristo. La iglesia tiene un lugar importante y vital en la vida del cristiano, pero cobra vida en virtud de la experiencia personal del ser humano con Cristo. Sin él, es posible ser miembro de la iglesia y no cristiano.
Meditemos en lo siguiente: Antes de salir a la calle para enfrentar los desafíos de la vida, piensa hoy en el tipo de cristianismo que tú vives. ¿Es Jesús el centro de tus sueños, planes y proyectos, o es apenas un nombre bonito para recordar una vez por semana? Haz de este día un día de comunión especial con Jesús, consulta con él las dudas que atormentan tu corazón, pídele sabiduría para tomar las decisiones acertadas y no salgas sin él.
(Tomado de: Cada día más sabio)

miércoles, 22 de septiembre de 2010

ALAS PROTECTORAS


“El me esconderá en su Tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto”. Salmo 27:5


David escribió este salmo mientras huía y “tenía que buscar refugio en las cuevas y las rocas del desierto. En este versículo David expresa su deseo de, en el día de la adversidad, esconderse en lo recóndito del tabernáculo de Dios.
¿Adónde van los hijos de Dios cuanto todo parece oscuro, cuando el enemigo –que puede ser la enfermedad, una situación financiera difícil o las dificultades familiares- parece implacable y contundente? Ellos corren al tabernáculo que es Dios. Allí encuentran refugio, y allí entran en comunión con los otros creyentes y son alimentados por la palabra de Dios.
En apocalipsis 3:10 encontramos la promesa divina: “Te guardaré de la hora de prueba”. ¿Cómo cumple Dios su promesa? ¿Cómo guarda a sus hijos de la hora de prueba? “Extenderá su tienda junto a ellos” (Apoc.7:15).
¿Entiendes lo que Dios está queriéndonos decir hoy? Puede venir la tormenta sobre los hijos de Dios. Pueden soplar los vientos de las dificultades. Hay momentos en que parece que todo se va a perder, pero los hijos de Dios pueden descansar confiados, porque él “extenderá su tienda junto a ellos”.
“Después de esto miré, y vi que había una puerta abierta en el cielo” (Apoc. 4:1). Por esa puerta entran en el tabernáculo los que aprenden a depender diariamente de Dios. Se esconden en los cielos. Es allí donde habitan, y es allí donde descansan confiados.
¿Y cómo se esconden en los cielos, si Cristo todavía no volvió? ¿Cómo entran en el santuario, si el santuario celestial todavía está en los cielos? ¿Quieres saber cómo? Mira lo que dice Juan: “Y oí una gran voz del cielo que decía: El tabernáculo de Dios está ahora con los hombres. El morará con ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Apoc. 21:3).
Meditemos en lo siguiente: ¿Te das cuenta ahora cómo es que los hijos de Dios se esconden en el tabernáculo? ¿Qué es el tabernáculo? Jesús, por supuesto; él está siempre con los brazos abiertos y debajo de sus alas estaremos seguros. Debemos vivir diariamente con Cristo, porque en él, aun en medio de las dificultades, estaremos seguros.
(Tomado de: A solas con Jesús)

martes, 21 de septiembre de 2010

¿ESTAMOS LISTOS PARA ENCONTRARLO?

“Vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe”. Mateo 24:50


¿La proximidad del regreso de Cristo debería ser un motivo para prepararnos? ¿Y si Cristo no volviera en breve, tendríamos motivos para estar listos? El Padre no nos reveló ni el día ni la hora del regreso de Jesús porque quería que nuestra comunión con él fuese viva y llena de significado, independientemente de la hora de su retorno.
Cristo vendrá. Esta es una de las más hermosas promesas que encontramos en la Biblia. Las profecías relativas de este acontecimiento están todas cumplidas. La vuelta de Cristo es prácticamente un hecho. Lo queramos o no, lo aceptemos o no, estemos preparados o no, el vendrá; aparecerá en las nubes del cielo y todo ojo lo verá. “Porque igual que el relámpago sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del hombre” (Mat.24:27).
Será un día inesperado. Como todos los días, las personas saldrán hacia sus trabajos, escuelas, supermercados, etc. Todo transcurrirá como de costumbre. De repente, “como ladrón en medio de la noche”, cuando nadie espera nada extraordinario, aparecerá en medio del cielo una nube blanca como la palma de una mano, que irá creciendo e iluminando al mundo: será Cristo en gloria y majestad, rodeado de millones y millones de ángeles, anunciando con trompetas que el día llegó.
Me pregunto: ¿Estoy listo para encontrarme con Jesús? ¿Vivo cada día una vida de permanente comunión con él? ¿O estoy esperando alguna evidencia de que Cristo ya está regresando para comenzar a prepararme?
Meditemos en lo siguiente: ¿Cómo te sentirías si salieras de viaje y en tu ausencia tu familia viviera una vida sin principios, sin reglas, sin amor, pisoteando la honra de la familia y el significado de tu nombre, pero que al saber que tomaste el avión de regreso comenzara a prepararse? Eso no es amor, es apenas el interés egoísta de no sufrir las consecuencias. ¿Podrían personas así vivir eternamente con Jesús?
(Tomado de: A solas con Jesús)

lunes, 20 de septiembre de 2010

LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO


“Respondió Jesús y le dijo: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él”. Juan 14:23

El amor es la esencia de la vida cristiana. Después de todo, el cristianismo no es otra cosa que una maravillosa relación de amor entre Cristo y el ser humano.
El versículo de hoy nos dice: “El que me ama, mi palabra guardará”. La obediencia se presenta aquí como un resultado del amor. En la segunda parte de este texto, Juan trata de mostrarnos cómo es que el amor por Dios nos llevará al camino de la obediencia. “Mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él”.
Un día encontramos a nuestro Salvador, entendemos su amor, nos apasionamos por él, le abrimos el corazón y entonces él viene y hace morada en nosotros a través de la persona de su Santo Espíritu. A partir de ahí, “Cristo mora en nosotros”, santifica nuestra voluntad y nos lleva de victoria en victoria, hasta la victoria final.
El Espíritu Santo procura morar en cada alma. Si se le da la bienvenida como huésped de honor, quienes lo reciban serán hechos completos en Cristo. La buena obra comenzada se terminará; los pensamientos santificados, los afectos celestiales y las acciones como las de Cristo, ocuparán el lugar de los sentimientos impuros, los pensamientos perversos y los actos rebeldes.
Por eso, nuestra primera oración debería ser: “Señor, dame un corazón capaz de amar”. Cuando el ser humano haya entregado a Jesús todo el corazón, cuando lo ame al punto de decir como Pedro: ¿A quién iremos?, entonces dirá naturalmente: “Señor, quiero verte feliz. Quiero vestirme, comportarme y alimentarme de tal modo que pueda ver siempre una sonrisa de alegría y satisfacción en tu rostro”.
Meditemos en lo siguiente: Cuando existe amor, la vida tiene sentido. Hasta las cosas difíciles cobran vida. El camino podrá estar lleno de espinas, pero los ojos sólo ven las flores.
(Tomado de: A solas con Jesús)

viernes, 17 de septiembre de 2010

VICTORIA SOBRE EL ENEMIGO


¿Qué pues diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? Romanos 6:1,2


En los capítulos 4 y 5 del libro de Romanos, Pablo nos presenta el camino para alcanzar la salvación. El apóstol es claro al decir que somos justificados solamente por la fe en Jesucristo.
La obra de la salvación no sólo tiene que ver con la vida pasada del ser humano, también tiene que ver con la vida presente y futura.
Cristo no desea librarnos únicamente de la culpabilidad del pecado. También quiere librarnos del poder que el pecado ejerce sobre nosotros y, finalmente, de la presencia del pecado en la naturaleza humana.
Lo que realmente importa es lo que el evangelio es capaz de hacer cuando llega a una vida. Todo lo que tenemos que hacer es correr a los brazos de Jesús con nuestras flaquezas y pecados, caer arrepentidos a sus pies y permanecer en comunión con él. Permaneciendo en Cristo, no permaneceremos más en pecado; habiendo muertos al pecado, disfrutaremos de la vida plena en Cristo.
Jesús vino a este mundo no tanto para enseñarnos que debemos ser victoriosos, sino para mostrarnos cómo se vive para alcanzar los grandes frutos de la victoria. Vino a indicarnos el camino del poder que cualquier hombre puede conseguir, porque Dios está dispuesto a dar ese poder a los que, recociendo su debilidad, lo buscan diaria e incesantemente en oración.
Meditemos en lo siguiente: La vida de Jesús fue una vida de permanente oración (Marcos 1:35). Y si él, que era Dios hecho carne, necesitaba diariamente de la comunión con el Padre, ¿cuánto más nosotros, hombres debilitados por el pecado?
(Tomado de: A solas con Jesús)

jueves, 16 de septiembre de 2010

EL TERMINARA LO QUE COMENZÓ (2)


“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Filipenses 1:6


En el capítulo 7 del libro de Romanos, Pablo describe el drama de su vida espiritual: “No consigo entender mi procedimiento, porque el bien que quiero hacer no lo hago, y el mal que detesto, eso hago” (Vers.15-20). Y en el versículo 24, del mismo capítulo, exclamaba desesperado: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”
Que el apóstol esté hablando de una lucha, demuestra que está hablando de la lucha que experimenta la persona que aceptó a Jesús, incluso después de la conversión. ¿Por qué sucede eso? Porque la naturaleza pecaminosa muerta todavía puede resucitar. Eso depende de la manera como la tratamos. Si después de la conversión continuamos alimentándola, entonces estará en forma y con fuerzas para tratar de controlar la vida nuevamente.
En el versículo de hoy el apóstol Pablo presenta un consejo que debe ser asimilado por quien desea ser cada día más semejante a Jesús. El que comenzó la buena obra, ciertamente la terminará. ¡Qué gran promesa!
Si se lo permitimos, Jesús sacará muchas cosas malas de nuestras vidas. Debemos creer que quien comenzó la obra en nosotros, ciertamente la terminará. Tengamos paz y confianza en el amor maravilloso de Jesús.
Meditemos en lo siguiente: En la prisión Mamertina, donde Pablo pasó los últimos días de su vida. Ancianito, solo, preso pero victorioso, escribió: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Tim.4:7). En otras palabras: “¡Vencí!” Ya no había más desesperación en su vida. Ya no había la angustia de querer hacer el bien sin conseguirlo. Había descubierto el secreto: “Olvidando todo lo que queda atrás, prosigo hacia adelante” (Fil. 3:13). “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Cap. 4:13), y el resultado final fue la victoria. Esa puede ser también tu realidad, ¡ahora!
(Tomado de: A solas con Jesús)

miércoles, 15 de septiembre de 2010

POR EL CAMINO QUE VINO… VOLVERÁ


“Por el camino que vino volverá y no entrará en esta ciudad, dice Jehová”. Isaías 37:34

El pueblo de Dios estaba siendo amenazado. El rey Senaquerib se aproximaba con sus ejércitos, listo para destruir. El rey de Asiria incluso se dio el lujo de enviar una carta amenazadora a Ezequías, diciendo: “No te engañe tu Dios, en quien tú confías, diciendo: “Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria. He aquí que tú has oído lo que han hecho los reyes de Asiria a todas las tierras, que las han destruido. ¿Y escaparás tú? (Vers. 10,11).
¿Qué hacer cuando todo parece perdido? ¿Qué hacer cuando da la impresión de que no hay salida? ¿Qué hacen los hijos de Dios en esas circunstancias?
Ezequías cayó de rodillas y clamó al Dios eterno: “Ahora pues, Jehová, Dios nuestro, líbranos de sus manos, para que todos los reinos de la tierra, conozcan que sólo tú eres Jehová” (Vers.20).
Debemos entender algo muy importante. Cuando los hijos de Dios son humillados, derrotados y aniquilados, cuando sufren el oprobio y viven en la miseria, no son ellos los únicos alcanzados, sino que también el nombre de Dios está en juego. La vida victoriosa de un cristiano es un gran argumento “para que todos los reinos de la tierra conozcan que sólo tú eres Jehová”.
La oración de Ezequías debería llevarnos a entender que aunque en la vida podemos enfrentar dificultades y muchas veces sentimos que no hay condiciones humanas para vencer, tenemos un Dios que nunca falla y en quien podemos confiar. Necesitamos aprender, como hijos suyos, a confiar cada día menos en nuestras fuerzas y más en las de nuestro Señor Jesús. Necesitamos permanecer más tiempo de rodillas y colocar a sus pies todas nuestras necesidades.
Meditemos en lo siguiente: ¿Quién podrá derrotar al cristiano que vive cada día una vida de compañerismo permanente con Jesús? Entonces, ¿por qué temer? Sal esta mañana preparado para las grandes victorias que Dios te tiene reservadas.
(Tomado de: A solas con Jesús)

martes, 14 de septiembre de 2010

Pecado mortal


Hay un pecado que sí lleva a la muerte, y en ese caso no digo que se ore por él (1 Juan 5: 16).

LOS SACRIFICIOS QUE SE OFRECÍAN en el santuario eran por los pecados involuntarios, es decir, que se cometían «inadvertidamente». Los pecados voluntarios o premeditados que se cometían en flagrante violación de la ley divina, no tenían expiación. La persona llevaba su culpa. Tal era el caso, por ejemplo, del que daba falso testimonio en un juicio: «Si alguien peca por negarse a declarar bajo juramento lo que vio o escuchó, sufrirá las consecuencias de su pecado» (Lev. 5: 1). No había expiación para esa persona. Lo mismo sucedía con pecados abiertos o descarados que se hacían en rebelión contra Dios, y sin que luego mediara algún tipo de arrepentimiento. Ejemplo de estos pecados eran el adulterio, el asesinato y la violación desafiante del sábado. No se proveía expiación por ellos, porque eran actos de rebeldía, que expresaban la intención del pecador de no tener en cuenta a Dios, de no querer recibir su perdón. Actos que revelaban falta de arrepentimiento y contrición.
En el Nuevo Testamento se lo llama «el pecado contra el Espíritu Santo» (Mat. 12: 31, 32); porque desoye intencionalmente la voz del Espíritu que llama al arrepentimiento. Es el desprecio al deseo divino de perdonar al pecador. A este pecado también se lo llama el pecado de muerte, porque lleva a la muerte. Este tipo de pecado no tiene expiación. Dios no concede el perdón, porque el pecador no busca el perdón. Es el pecado en el que, de acuerdo al autor de Hebreos, es imposible restaurar al ofensor: «Es imposible que renueven su arrepentimiento aquellos que han sido una vez iluminados, que han saboreado el don celestial, que han tenido parte en el Espíritu Santo y que han experimen-tado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, y después de todo esto se han apartado. Es imposible, porque así vuelven a crucificar, para su propio mal, al Hijo de Dios, y lo exponen a la vergüenza pública» (Heb. 6: 4-6).
(Tomado de “El manto de su Justicia”).

lunes, 13 de septiembre de 2010

El sacrificio del pobre


Si a alguien no le alcanza para comprar ganado menor, entonces
le llevará al Señor, como sacrificio por la culpa del pecado cometido,
dos tórtolas o dos pichones de paloma, una de las aves como sacrificio
por el pecado y la otra como holocausto (Levítico 5: 7).


LA SEGUNDA CONSIDERACIÓN ACERCA de la ofrenda por el pecado es la siguiente: Dios no solo hacía diferencia entre el pecado del dirigente y el del pueblo común, sino también entre el oferente rico y el pobre. Dios conoce las distintas situaciones económicas de sus hijos. Por lo tanto, la misericordia divina estipulaba que si alguien era demasiado pobre para llevar como ofrenda una oveja o una cabra, podía llevar un par de tórtolas. Los pajaritos no solo eran más baratos, sino que el oferente podía conseguirlos en el campo.
Cuando María, madre de Jesús, cumplió los días de su purificación, fue al templo y presentó la ofrenda del pobre: «También ofrecieron un sacrificio conforme a lo que la ley del Señor dice: "un par de tórtolas o dos pichones de paloma"» (Luc. 2: 24). Esto indica que los padres de Jesús eran tan pobres que no tenían lo suficiente para comprar una oveja o una cabra.
Incluso podía darse el caso de alguien que no tuviese dinero para comprar dos tórtolas. Entonces la ley decía: «Si a esa persona tampoco le alcanza para comprar dos tórtolas o dos pichones, presentará entonces en sacrificio expiatorio, como ofrenda por el pecado cometido, dos litros de flor de harina» (Lev 5: 11). Esta consideración por la situación económica del oferente no solo nos habla del amor divino, sino que nos enseña que lo importante para Dios no es la cantidad de la ofrenda, sino la actitud del que la ofrece. Por eso Jesús dijo de la viuda pobre: «Les aseguro [...] que esta viuda pobre ha echado más que todos los demás» (Luc. 21: 3).
(Tomado de “El manto de su Justicia”).

viernes, 10 de septiembre de 2010

Pecado voluntario


Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados (Hebreos 10:26).


EN EL RITUAL DEL SANTUARIO, solo se proveía solución al pecado cuando este era involuntario o inadvertido. La ley decía: «Si el que peca inadvertidamente es alguien del pueblo, e incurre en algo que. los mandamientos del Señor prohíben, será culpable» (Lev. .4: 27). El pecado no se disculpaba porque fuese hecho involuntariamente. Pero se proveía una manera para resolverlo mediante el ofrecimiento del sacrificio respectivo: «Así el sacerdote hará expiación por él, y su pecado le será perdonado» (vers. 31). En todos los casos que se ofrecía perdón al transgresor, se debía a que el pecado era involuntario (vers. 1, 13, 22; 5: 14, 17, 18; 22: 14; etc.). En el sistema de expiación del santuario no se ofrecía perdón ni expiación por el pecado voluntario. Este se define como rebelión abierta y descarada contra Dios. Se castigaba con la muerte.
Seguramente no se expiaba en el santuario porque, siendo un acto de arrogancia y rebelión abierta y descarada contra la ley de Dios, la persona no sentía necesidad de arrepentimiento ni de confesión (que implica aceptación de culpa) ni de perdón. En tal circunstancia, el individuo se colocaba fuera del alcance de la misericordia divina. A este pecado se refiere Hebreos, cuando dice: «Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados. Solo queda una terrible expectativa de juicio, el fuego ardiente que ha de devorar a los enemigos de Dios. Cualquiera que rechazaba la ley de Moisés moría irremediablemente por el testimonio de dos o tres testigos» (Heb. 10: 26-28).
Por lo tanto, cuando el pecador se arrepentía, el pecado era considerado involuntario, como hecho sin querer. Todos los pecados son hechos conscientemente, pero cuando media el arrepentimiento, Dios los considera como hechos involuntariamente. Mira a esa persona como si fuera inocente, sin la intención aviesa de pecar, sin arrogancia.
Para meditar: «Cristo está pronto para libertarnos del pecado, pero no fuerza la voluntad; y si por la persistencia en el pecado la voluntad misma se inclina enteramente al mal y no deseamos ser libres, si no queremos aceptar su gracia, ¿qué más puede hacer?» (Eí camino a Cristo, p. 33).
(Tomado de “El manto de su Justicia”).

jueves, 9 de septiembre de 2010

Sacrificio por el pecado II


Por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado (Romanos 8: 3).


EL SACRIFICIO POR EL PECADO INDIVIDUAL era la ofrenda que más particularmente señalaba la muerte vicaria de Cristo. Como vimos anteriormente, Juan el Bautista lo señaló como «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». El que ofrecía un sacrificio por su culpa, obviamente estaba reconociendo su pecado y confiando en que el sacrificio de la víctima inocente le daba el perdón. Pero todavía en forma más dramática tenía que poner su mano sobre la víctima y confesar su pecado antes de degollarla. Con este acto, estaba diciendo varias cosas: Primero, que era pecador; segundo, que estaba arrepentido; tercero, que era necesario confesar su pecado; cuarto, que confiaba en la víctima como su sustituto; quinto, que la sangre del animal traía el perdón de su pecado; sexto, que Dios, quien per-donaba su pecado, aceptaba la muerte del animal en lugar de la suya propia; séptimo, que por esta ceremonia podría regresar a casa en paz con Dios.
Los que diariamente asistían al atrio del santuario con su ofrenda, ¿cuánto de esto entendían? ¿Comprendían acaso que simbolizaba la muerte del Mesías venidero? No lo sabemos. Sospechamos, sin embargo, que para muchos se convirtió en una mera rutina religiosa, con el fin de apaciguar sus conciencias. Y debe de haber sido así, porque en varias ocasiones Dios dijo a su pueblo que rechazaba sus sacrificios, que eran vanos e inútiles, y que los hacían por motivos equivocados (Heb. 10: 8). Tanto se pervirtió el sistema, que Dios tuvo que desecharlo finalmente.
Para que estos sacrificios cumplieran su propósito educativo y ayudaran a resolver provisionalmente el problema del pecado en la vida humana, la gente tenía que ofrecerlos con una fe firme en Dios.
Meditemos en esto: Mediante el establecimiento de un sistema simbólico de sacrificios y ofrendas, la muerte de Cristo había de estar siempre delante del hombre culpable, para que pudiera comprender mejor la naturaleza del pecado, los resultados de la transgresión y el mérito de la ofrenda divina.
(Tomado de “El manto de su Justicia”).

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Sacrificios por el pecado

Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no solo por los nuestros sino por los de todo el mundo (1 Juan 2: 2).

OTRA PARTE DEL SERVICIO DIARIO que se ofrecía a la comunidad era el sacrificio por el pecado individual. Las personas que reconocían haber cometido una violación involuntaria contra los mandamientos de Dios, debían traer una ofrenda como sacrificio por su pecado. La ley decía: «Si el que peca inadvertidamente es alguien del pueblo, e incurre en algo que los mandamientos del Señor prohíbe, será culpable. Cuando se le haga saber que ha cometido un pecado, llevará como ofrenda por su pecado una cabra sin defecto. Pondrá la mano sobre la cabeza del animal, y lo degollará en el lugar donde se degüellan los animales para el holocausto. Entonces el sacerdote tomará con el dedo un poco de la sangre y la untará en los cuernos del altar del holocausto, después de lo cual derramará el resto de la sangre al pie del altar. [...] Así el sacerdote hará expiación por él, y su pecado le será perdonado» (Lev. 4: 27-31). La ceremonia incluía el acto de confesión del pecado.
Debe haber sido una experiencia horrible tomar una oveja inocente y degollarla delante del altar después de confesar el pecado. La sangre salía del cuello de la víctima a borbotones. Esto debió de haber dejado en el corazón de cada israelita una impresión duradera de cuánto Dios aborrece el pecado. El primer sacrificio que Adán ofreció a Dios fue, por una parte, una experiencia aterradora, y por otra, una experiencia que le infundió gozosa esperanza. Leemos: «Mientras mataba la inocente víctima temblaba al pensar que su pecado haría derramar la sangre del Cordero inmaculado de Dios. Esta escena le dio un sentido más profundo y vivido de la enormidad de su transgresión, que nada sino la muerte del querido Hijo de Dios podía expiar. Y se admiró de la infinita bondad del que daba semejante rescate para salvar a los culpables. Una estrella de esperanza iluminaba el tenebroso y horrible futuro, y lo libraba de una completa desesperación».
(Tomado de “El manto de su Justicia”).

martes, 7 de septiembre de 2010

Perfecto y continuo

El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto (1 Pedro 1: 18, 19).

DIOS INDICÓ EXPRESAMENTE A LOS ISRAELITAS que toda ofrenda presentada para el servicio del santuario debía ser «sin defecto» (Éxo. 12: 5). Los sacerdotes debían examinar rigurosamente todos los animales que se traían como sacrificio, a fin de ver que no hubiese defecto alguno en ellos, y rechazar los que estuvieran defectuosos. Estos sacrificios simbolizaban la consagración a Dios que debía ser sincera y sin doblez. Nuestra consagración y entrega al servicio de Dios debiera ser así. Es necesario que tratemos de hacer esta ofrenda tan perfecta como sea posible. Dios solo quedará satisfecho con lo mejor que podamos ofrecerle. Además, el rito enseñaba que solo una ofrenda «sin defecto» podía simbolizar la perfecta pureza de Aquel que había de ofrecerse como «cordero sin mancha y sin defecto» (1 Ped. 1: 19).
A estos sacrificios se los conoce como holocaustos: "todo quemado". Debía consumirse en el fuego totalmente. Esto nos habla claramente de que el sacrificio, para que sea de olor grato a Dios, debe ser una entrega total. Todo debe colocarse sobre el altar; todo debe dedicarse a Dios.
Este holocausto proporcionaba expiación temporaria y provisoria para la nación, hasta tanto el pecador pudiese comparecer, llevando su propio sacrificio. Los rabinos enseñaban que el sacrificio matutino expiaba los pecados cometidos durante la noche; y el sacrificio vespertino, los pecados del día. Los holocaustos diarios eran quemados en el altar, pero con fuego lento, para que un sacrificio durara hasta que fuese colocado el siguiente (Lev. 6: 9). El sacrificio vespertino duraba hasta la mañana, y el sacrificio matutino duraba hasta la tarde. De este modo, siempre había una víctima sobre el altar, para proporcionar expiación provisoria y temporaria para Israel. Era parte del servicio llamado «continuo», que simbolizaba la benévola y continua provisión que Dios hace para el hombre. Apuntaba hacia el ministerio de Cristo, quien vive «siempre para interceder por ellos» (Heb. 7: 25).
(Tomado de “El manto de su Justicia”).

lunes, 6 de septiembre de 2010

El culto diario


Yo, Señor, te invoco cada día, y hacia ti extiendo las manos (Salmo 88: 9).

LA CONSAGRACIÓN DIARIA A DIOS era vital para la nación judía; y lo es para nosotros hoy. El holocausto matutino y vespertino les brindaba la oportunidad de consagrarse a Dios para las labores del día, y para reflexionar en ellas al descansar en la noche. Necesitamos hacer esto con diligencia cada día. «Si bien Dios condena la mera ejecución de ceremonias que carezcan del espíritu de culto, mira con gran satisfacción a los que le aman y se postran de mañana y tarde, para pedir el perdón de los pecados cometidos y las bendiciones que necesitan» (Patriarcas y profetas, p. 367).
Este holocausto matutino y vespertino llegó a ser muy importante con el paso del tiempo, cuando la mayoría de los judíos no estaba cerca del santuario o del templo para ir a orar mientras este sacrificio se ofrecía. Los que vivían lejos, o en países remotos, y querían consagrarse a Dios cada día, lo hacían en sus hogares a esas horas, en el lugar donde estuvieran, para unirse en oración y hacer propios esos sacrificios. Tal fue la práctica de Daniel en Babilonia (Dan. 6: 10).
Estos sacrificios se ofrecían sobre el altar de los holocaustos, que era el primer mueble del santuario que el adorador encontraba al entrar por la puerta del atrio. La misma posición de este altar, junto a la puerta de entrada del santuario, indicaba que la primera necesidad del pecador era que sus pecados fuesen lavados por la sangre del cordero. Así debe ser también hoy en nuestra experiencia. Lo primero que tenemos que hacer es reconocer nuestra condición pecaminosa, y acudir a Cristo, el Cordero que fue sacrificado por nosotros.
Reflexionemos en esto: «A la mañana y a la noche, el padre, como sacerdote de la casa, debe confesar a Dios los pecados cometidos durante el día por el mismo y por sus hijos [...]. Esta norma, celosamente observada por el padre cuando está presente, o por la madre cuando él está ausente, resultará en bendiciones para la familia» (El hogar cristiano, p. 189).
(Tomado de “El manto de su Justicia”).

viernes, 3 de septiembre de 2010

La morada del Espíritu

¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, él mismo será destruido por Dios; porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo (1 Corintios 3: 16, 17).

CON LA VENIDA DE CRISTO A ESTE MUNDO, se empieza a concretar el plan de Dios para la familia humana. Jesús inauguró un nuevo modo de unirnos a Dios, antes de que se concrete la unión final. Cristo anunció a la mujer samaritana que vendría un tiempo en que se adoraría a Dios en espíritu: «Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad» (Juan 4: 23, 24).
Tener comunión con Dios en espíritu no es solo adorarlo con las facultades de la mente. La mente humana sola no puede entrar en comunión con Dios como él lo desea. La adoración espiritual debe ser motivada por el Espíritu Santo. El ser humano debe ser guiado por la tercera persona de la Deidad en esta empresa. La presencia del Espíritu divino en la vida humana fue una de las bendiciones que trajo la venida de Cristo a esta tierra. Es a través de su Espíritu como Dios mora con su pueblo en su peregrinaje terrenal: «¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios?» (1 Cor. 6: 19); «Porque nosotros somos templo del Dios viviente. Como él ha dicho: "Viviré con ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo"» (2 Cor. 6: 16).
Ya vimos que la comunión perfecta con Dios se alcanzará en la tierra nueva. Aquí en la tierra y en la vida actual podemos tener comunión con Dios solo por el Espíritu que nos ha dado. Esta bendición es parte de las bendiciones que se gozan por estar en Cristo.

Vivamos en este mundo pasajero, cuidando la morada del Espirítu, el Templo de Dios, que es nuestro cuerpo, para cuando nos toque vivir en la Tierra Nueva, hayamos cumplido con las Leyes de Dios..

Bendiciones...!!!

jueves, 2 de septiembre de 2010

COSAS QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR


“A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”. 1 Timoteo 6:17


Un famoso escritor escribió en cierta ocasión: “Es bueno tener dinero y las cosas que con él se pueden comprar, pero también es bueno, de vez en cuando, verificar y asegurarse de que no se han perdido las cosas que el dinero no puede comprar”.
Esta declaración, que hace eco a las palabras de 1 Timoteo, debiera inspirarnos a hacer un inventario de las cosas que tenemos que no podríamos comprar, pero que ciertamente no desearíamos perder.
En primer lugar tendríamos que colocar el amor de Dios. Este es el amor que verdaderamente nos sostiene cuando todo lo demás se ha acabado, amor generoso, que nada espera, que todo lo soporta y que nunca deja de ser (1 Cor. 13).
En segundo lugar contaríamos el amor de seres queridos y amigos, que se gana en el intercambio de afecto y apoyo y al compartir juntos la vida. La lista tendría que incluir la belleza de la naturaleza. Hay muchas obras humanas que despiertan la admiración, pero la belleza y la abundancia de la creación de Dios superan por mucho la producción humana.
Todos los días podemos disfrutar la grandeza del cielo, el sol, las estrellas, las plantas y los árboles, el canto de las aves, el beso de la brisa.
Hay una lista interminable de tesoros gratuitos. Entre ellos la paz mental, la clara conciencia, la buena salud, la libertad de la opresión, la oportunidad de congregarnos para adorar a Dios, el ejercicio físico, la oración, la esperanza en la vida eterna, la oportunidad de servir. Cada uno podría añadir algo más a la lista.
Meditemos en lo siguiente: El versículo de hoy, nos invita a confiar en Dios, quien provee en abundancia lo que es más importante que cualquier riqueza humana.
(Tomado de: Herederos de promesas)

miércoles, 1 de septiembre de 2010

CUIDA TUS PASOS

“Jesús le dijo: “De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces”. Mateo 26:34

Pedro negó a Jesús exactamente como el Señor lo había predicho. A pesar de la advertencia, Pedro no percibió que sus pasos lo llevarían al fracaso. Debemos estudiar cuidadosamente su experiencia, porque resulta muy fácil dar esos mismos pasos si no nos cuidamos.
¿Qué pasos condujeron a Pedro hacia la caída? ¿Qué pasos debemos evitar en nuestra propia carrera espiritual? Pedro tuvo exceso de confianza propia. Afirmó: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mat.26:33). En otras palabras, decía: “Cualquiera de mis compañeros te pueden negar, pero yo jamás lo haré; nunca te traicionaré”. ¿Por qué habló de esa manera el apóstol? Porque quería demostrar su amor por Jesús, quien hacía unos instantes había dicho que uno de los doce lo traicionaría. Su exceso de confianza fue el primer paso que lo condujo a negar al Señor Jesús tres veces.
Puede que te sientas orgulloso de tu amor por Jesús, pero es mejor que te sientas orgulloso de lo mucho que él te ama a ti. He oído a muchas personas decir que aman mucho al Señor, y eso es bueno; pero es preferible estar orgulloso de su gran amor hacia nosotros. Nuestro amor por él es frágil, inconstante y, muchas veces, circunstancial. En cambio, el amor del Salvador hacia nosotros es permanente, constante, inexplicable, invariable. Nos amó cuando estábamos muertos en delitos y pecados. En nosotros no hay nada bueno, pero nos ama; pecamos, y sigue llamándonos sus hijos. Su amor no disminuye por mi desobediencia, ni aumenta por mi obediencia. Este es el amor que debemos alabar; este es el amor que debemos publicar.

Meditemos en lo siguiente: Eres un discípulo amado de Jesús. No pongas tu confianza en ti mismo. Reconoce tu vulnerabilidad. No pongas su vista en tu persona, ni en lo que haces por tu Maestro. Fija tus ojos en el indescriptible amor de Jesús hacia ti. El te ama con amor eterno. Eres como la niña de sus ojos. Cuida tus pasos.
(Tomado de: Siempre gozosos)