miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿Justicia o ira?

Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Santiago 1:20.

Carla sabía que la noche de aquel domingo marcaría su vida para siem¬pre. Era una noche fría; la más fría de todas las que había vivido al lado de su joven esposo. Las cortinas se movían con el viento helado; pero ni siquiera el aire de la noche era capaz de apagar la ira de su corazón. La imagen que había visto aquella tarde no se borraría de su mente jamás: su esposo besaba a otra mujer. ¡Nunca había imaginado algo así! Pero, defi¬nitivamente él se arrepentiría de haberlo hecho: ella le pagaría con la misma moneda.
Saltó de su inercia. No miró el reloj; cualquier hora daba lo mismo para lo que pensaba hacer. Se vistió con prisa; pasó sus dedos entre su cabello negro, tratando de alisarlo. Tomó su bolso, cruzó el umbral y se perdió en la noche oscura y fría de su dolor de esposa traicionada.
Al volver a casa, se lo dijo. Así, sin medias palabras. Le dijo que estaban empatados: ojo por ojo, traición por traición.
A partir de aquel día, las noches de Carla se hicieron cada vez más os¬curas y frías. Su dolor aumentaba. Ya no le dolía la traición del esposo: la atormentaba su propia traición. Se había vengado; había hecho "justicia" por sus propias manos. Pero aquel acto, provocado por la ira, solo le causó amargura; una amargura tan densa como sus densas noches frías y oscuras. Acabó en el consultorio de un psicólogo.
El consejo bíblico de hoy es: Deja la justicia con Dios; él no puede ser burlado. La persona que te hirió puede parecer victoriosa hoy y mañana, pero los actos de justicia divinos llegan oportunamente, llegan a su debido tiempo.
No te atrevas a llamar justicia al acto impensado provocado por la ira; las prisiones están llenas de gente que solo quiso hacer "justicia".
Las prisiones del alma también abrigan, en sus celdas, a gente herida que, como Carla, se dejó llevar por la ira. La ira humana no combina con la justicia divina: solo Dios sabe permitir que el ser humano coseche el fruto maduro de vivir perjudicando al otro.
Libértate. Pide a Dios la capacidad de perdonar. Abre las puertas de tus prisiones interiores. Brilla, como el sol del nuevo día. Porque: "la ira del hombre no obra la justicia de Dios".

Dios te bendiga...!!!!

lunes, 26 de septiembre de 2011

¿Quién es el culpable?

Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engaño y comí. Génesis 3:12,13.

Preso en el acto, por tráfico de drogas, Manuel lanza un discurso duro:
"Yo soy fruto de la sociedad; soy el resultado de un mundo injusto, don¬de a las personas solo les importa ellas mismas. Yo soy lo que ustedes me lle¬varon a ser. No pude escoger, no tuve oportunidades: yo no tengo la culpa".
Su discurso era fuerte y elocuente. Este mundo es egoísta; cada día que pasa, las personas se preocupan más por ellas que por su prójimo. La ven¬ganza y el odio se sobreponen al amor y al perdón. Manuel parecía tener razón.
Vivimos en un mundo en que faltan oportunidades para los jóvenes. Cada año, más y más profesionales son lanzados a un mercado de trabajo cada día más exigente. Faltan oportunidades; falta el deseo de invertir en los jóvenes. Manuel parecía tener razón.
¿Cómo condenar a muchachos que nacen huérfanos; jóvenes que viven sin un modelo a ser seguido; sin un referente paterno? ¿Cómo condenar a un muchacho que, desde sus primeros años, vive la ley de la selva en plena metrópoli? ¿Cómo condenar a un muchacho que mata, para no morir? Ma¬nuel, ¡parece que tienes la razón!
Solo que Manuel es un muchacho de clase media, en una de las ciuda¬des más grandes del mundo. Segundo hijo de un hogar bien estructurado, siempre tuvo todo en casa: estudió en buenas escuelas; viajaba durante las vacaciones; usaba buenas ropas; frecuentaba los mejores ambientes sociales; tenía un cuarto solo para él; desde niño, tuvo su propia computadora. Si alguien tuvo oportunidades en la vida; si alguien podría hacer la diferencia en la sociedad, ese sería Manuel. ¡Ah, Manuel! Parece que ya no tienes tanta razón.
El problema es que Manuel aprendió, desde pequeño, a colocar la culpa en los demás. El ser humano siempre fue así desde la entrada del pecado: "La mujer que me diste", excusó Adán; "La serpiente que creaste", adujo Eva.
La culpa nunca es nuestra; el responsable nunca soy yo. Ese estilo de vida trae, como resultado, infelicidad, rebeldía, dolor, frustración.
Hoy, en vez de decir, como Adán, "La mujer que me diste por compañe¬ra", di: "Señor, pequé. Por favor, ¿puedes perdonarme?

viernes, 23 de septiembre de 2011

Cuidado con la codicia

Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. 1 Timoteo 6:10.

Los sobres se amontonaban, sobre la mesa de la cocina, como un castillo de naipes que en cualquier momento se desmoronaría. Cada sobre gritaba: "¡Pague, pague, pague!" Cintia evitaba entrar en la cocina, por miedo de oír el coro imaginario de los sobres. Pero, por más que no quisiese aceptar la realidad, las cuentas continuaban llegando, con valores cada vez más altos.
"Yo solo quería ser feliz", murmuraba, hastiada de huir de sus fantasmas: ropas caras, fiestas, restaurantes finos, viajes y más viajes. Todos sus amigos la consideraban alguien especial; una persona generosa y de buen corazón... con mucho dinero. Si el dinero en la mano es un vendaval, gastar sin tener dinero puede ser un tsunami.
Ser feliz. Ese es el constante anhelo del ser humano: buscar incansable¬mente la felicidad. Y, para encontrarla, no mide esfuerzos: lucha, corre, llora, se sacrifica, no come, no duerme; casi deja de vivir.
No es malo desear la felicidad; lo errado no es el objetivo sino el medio que usamos para conseguirlo. La mayoría de las veces, ese medio es la pose¬sión de bienes materiales.
Desde que nos despertamos hasta la hora de dormir, somos bombardea¬dos con mensajes consumistas. Las personas basan su felicidad en su capa¬cidad de consumir: cuanto más compras, más feliz te sientes. Y eso es una rueda viva, que gira en función de un único sentimiento oculto: la codicia.
La codicia no es solo querer lo que los demás poseen, sino desear lo que no puedo tener. Cintia compró, compró y compró, queriendo tener más, y terminó con menos.
Tu felicidad no es la sumatoria de lo que tienes, sino a quién perteneces; es bueno tener, pero es mejor pertenecer. Cuando escoges pertenecer a Dios, escoges la felicidad: él te ayuda a vivir con lo que tienes y con lo que eres, y te dará mucho más de lo que un día soñaste.
Hoy, sal a la lucha de la vida procurando primeramente pertenecer a Jesús y permaneciendo en él. Cuando sientas el deseo de tener lo que no está dentro de tus posibilidades, a pesar de que te parezca bueno y agradable a los ojos, recuerda: "Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores".
Dios te bendiga..!!!

jueves, 22 de septiembre de 2011

Sal del arca

Sal del arca tú, y tu mujer, y tus hijos, y las mujeres de tus hijos contigo.Génesis 8:16.

Recuerdo la última noche en mi tierra natal. Al día siguiente, partiría¬mos hacia la capital, en búsqueda de nuevos horizontes. Yo debía tener trece años: era un adolescente, con ganas de vivir. Miré el cielo estrellado, y noté que la noche estaba más melancólica que nunca. Me senté en la terraza, donde en otros tiempos me había sentido tan feliz. ¡No podía negar que me asustaba lo desconocido!
Hoy, entiendo que mis padres tuvieron el valor de aceptar que, en la vida, es necesario "salir del arca" si quieres vencer. El arca significa lo conocido, lo cómodo, lo seguro; aquello que no implica ningún riesgo. Si te quedas en ella, jamás verás nuevos horizontes. Dios no te creó para que envejezcas en el arca: el barco de madera es solo una medida de emergencia; es circunstancial. La orden divina es: "Sal del arca".
¿Cuál es el arca del que te aferras? Todos los días, por diferentes motivos, los seres humanos viven construyendo arcas y justificando su permanencia en ellas.
Dios es un Dios de desafíos. A Abraham le ordenó, cierto día: "Sal de tu tierra, de tu parentela, a una tierra que yo te mostraré". Y el patriarca, con 65 años de edad, no vaciló: tomó a su gente y partió.
A Pedro le dijo, una noche: "Ven". Y el discípulo abandonó sus temores, sacó el pie del barco y fue a Jesús, andando por encima del agua. Tú sabes que nadie puede andar por encima del agua; si lo haces, quiebras una ley de la naturaleza. ¿Sabes lo que Jesús te quiere decir hoy? Que, si eres capaz de verlo en medio de la oscuridad y sales del barco, podrás quebrar el presente estado de cosas.
Hay demasiada apatía, demasiada mediocridad, escondiendo los temo¬res interiores de gente que se niega a avanzar. En el nombre de Jesucristo, haz de este un día de crecimiento. Revisa el rumbo de tu vida, analiza tus decisiones, acércate a la ventana del alma, y observa los horizontes vastos y las praderas sin fin a donde Dios desea conducirte. No te detengas: el hecho de que hasta aquí te fue bien no quiere decir que no haya maneras mejores de hacer las cosas. Atrévete a salir del arca, porque la orden divina es: "Sal del arca tú, y tu mujer, y tus hijos, y las mujeres de tus hijos contigo".

Dios te bendiga…!!!!

miércoles, 21 de septiembre de 2011

¿A quién seguir?

¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Génesis 3:1 (ú.p.).

¡No sé qué hacer; simplemente, no lo sé!
Con el rostro entre los brazos, sentada frente a mí, Claudia era el retrato de tantas personas, inmersas en un mundo de dudas: matrimonio en bancarrota, crisis en el trabajo, deudas y luchas diarias con la depresión, Claudia buscaba respuestas.
"Son tantas", decía ella, "tantos caminos, tantas filosofías, tantas pro¬puestas, que es imposible saber lo que es o no es correcto".
Verdad y mentira. Verdad, que existen muchas filosofías, caminos y alter¬nativas. Vivimos en un tiempo en el cual está de moda creer en algo, vivir la espiritualidad, buscar la armonía del alma. El enemigo de nuestras almas es especialista en crear confusión en la mente del ser humano; fue así en prin¬cipio, y continúa así actualmente.
La pregunta del texto de hoy es una de las más difíciles de traducir. En el hebreo, sugiere dos ideas diferentes, y eso causa cierta contradicción entre los estudiosos de la Biblia. El enemigo formuló una pregunta con el claro objetivo de confundir a Eva; su intención era llevarla a dudar de Dios. Y continúa siendo este su objetivo hoy, al presentar tantas filosofías, creencias y caminos alternativos.
Es muy probable que, en algún momento, te hayas sentido como Clau¬dia, sin saber adonde ir, qué hacer o qué dirección tomar. En la carretera de la vida, todo parece oscuro y te parece imposible llegar a destino.
El caso de Claudia muestra que buscar el rumbo llevada por las ideas y las filosofías humanas solo te conduce a la confusión: el camino es la Palabra de Dios. La Biblia es el mapa del viajero; el GPS para el perdido; la señal de tránsito que indica: sigue adelante, a derecha o a izquierda. Las orientaciones divinas son claras y objetivas: a nadie le fue mal por haberlas obedecido.
Deposita tu confianza en Dios. Aunque al principio no lo entiendas; a pesar de que tu humanidad te hace pensar que la orientación está equivoca¬da. Dios jamás falló a los hijos sinceros, que van a él en busca de orientación y de consejo. Haz de este un día de obediencia a sus orientaciones, y recuerda que el enemigo puede aparecer, en algún momento, susurrándote: "¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?"

Dios te bendiga..!!!!

martes, 20 de septiembre de 2011

Tú escoges

Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho... Génesis 3:1 (p.p.).

Su rostro, reflejado en la pantalla de la computadora, mostraba la lucha de su corazón: con el mouse en la mano, enfrentaba una intensa batalla in¬terior; tan intensa como la lluvia que caía en la ciudad, aquella noche. ¿Cuál era el problema? ¡Nunca nadie lo sabrá! Si fuese un enviciado, tal vez; pero, Carlos solo consideraba aquello un pasatiempo. Su mente fabricaba argu¬mentos, con el fin de comprar aquella película, pero su corazón gritaba: ¡No!
La batalla de Carlos es la figura exacta de lo que sucede a muchos que buscan argumentos racionales para avalar sus pecados. Desde que el mundo es mundo, el ser humano intenta justificar las cosas malas.
En la soledad de la noche, una lista infinita de argumentos desfiló por la mente de Carlos: "Eso era malo en el tiempo de mis padres"; "Eso es terroris¬mo de la iglesia"; "Moralismo barato"; "Puritanismo sin lógica". Ante todos esos argumentos, ¿cómo no iba a ser víctima de sus deseos?
En su abierta rebelión en contra de Dios, el ser humano lo ataca argu¬mentando que es un déspota, un tirano, un dictador que se complace en quitar la libertad de sus criaturas, al bloquear los "placeres" de esta tierra con un sello de "prohibido". Esa acusación no es nueva; nunca lo fue: hace miles de años, uno de los ángeles inició una rebelión celestial utilizando las mismas acusaciones.
Dios ama a sus hijos y, en su infinito amor, dice "No" para algunas cosas, y orienta a sus hijos a obedecer por su propia seguridad. Dios jamás obliga a nadie a seguir el camino que él presenta: la decisión siempre es tuya. Una prueba de eso es el árbol del bien y del mal, en el Jardín del Edén. No estaba escrito, pero la opción de escoger era potestad del ser humano. La obediencia a Dios no es esclavitud, sino el resultado de una elección.
Hoy, al salir para vencer tus desafíos, con seguridad encontrarás muchos "árboles" de prueba. En todas las situaciones recuerda que, cuando Dios or¬dena que no comerás del árbol de la ciencia del bien y del mal, es porque te ama; pero la elección es siempre tuya. Recuerda que "la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho..."

Dios te bendiga...!!!

lunes, 12 de septiembre de 2011

¡Cómo caíste!

¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Isaías 14:12.

Al verlo, Lidia sonrió. Los dientes, blanquísimos, brillaban como perlas en su boca. Ernesto nunca había visto un rostro tan bello, tan radiante; ni ojos tan llenos de vida y de sueños. Lidia tenía todo para ser una mujer triunfadora. ¿Quién no le abriría las puertas? Cuando deslizaba su cuerpo esbelto por las calles, hasta la vida parecía extenderle la alfombra roja.
Hay personas que nacen así. Como si Dios les confiase algo especial, para alguna misión diferente. Lidia era una de esas personas: resplandecía entre los mortales. Ernesto la amó desde el día que sus miradas se encontraron: Pero, cuando un día le declaró su amor, ella le dijo que era una estrella que él jamás alcanzaría.
De repente el "lucero de la mañana" empezó a creer que podía brillar sola, y que no necesitaba de nadie; ni de Dios. Para nada. ¡Craso engaño! Brilló por algún tiempo, es verdad; subió a las alturas más encumbradas y, desde allí, observó a los demás seres humanos como si fuesen inferiores a ella. Tal vez, pensó que su luz jamás se apagaría; muchos piensan así. Un día, Lucifer también lo pensó. Pero, el texto de hoy registra que aquel ángel de luz fue cortado y cayó a la tierra.
Lidia también. Una noche, mientras regresaba de una fiesta, embriagada, perdió el control del vehículo y chocó contra un árbol.
Los meses que siguieron al accidente fueron meses de lucha: peleó la batalla de su vida para volver a andar; concentró todas sus fuerzas; gimió, lloró; echó mano de lo que tenía y de lo que no tenía por recuperar lo que el accidente le había quitado. Pero, el resultado fue calamitoso: quedó limitada a una silla de ruedas por el resto de su vida.
Su vuelo vertiginoso hacia las estrellas fue cortado por su propia im¬prudencia, al conducir embriagada, pensando que era dueña de su destino. Ernesto la siguió amando. Un día, la llevó al altar en ese estado, y cuidó de ella con cariño.
Hoy, tu cielo puede verse azul y sin nubes; hoy, puedes brillar como el sol a mediodía. Pero, recuerda que todo en tu vida pertenece a Dios; todo lo recibiste de él. No te apoderes de lo que recibiste prestado. Si lo haces, un día, tal vez la propia vida te diga: "¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones".

viernes, 9 de septiembre de 2011

La mentira

Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Juan 8:44.

Al regresar a casa, mientras buscaba las llaves, el sonido de una melodia dulcísima lo cautivó. Levantó la mirada, y comprobó que la música pro venía de la casa de enfrente. En ella, vivía una joven linda, de cabellos rubios y andar pausado. Rigoberto la veía todos los días, de mañana, mientras ella volvía del trabajo, vestida de enfermera, y también por las noches, cuando ella iba al hospital. La música fue el punto de inicio de una amistad bonita entre ambos jóvenes. El tiempo se encargó de transformar esa amistad en amor.
Dos años después, los jóvenes, enamorados, decidieron casarse. Todo es taba listo para la boda. Faltaban apenas dos días para el día más feliz de la vida de ambos, cuando Rigoberto recibió una carta anónima, que le advertía sobre las actividades de la novia. Con la carta en mano, Rigoberto conversó con ella. La joven rubia se puso triste, y empezó a llorar.
-No sabía cómo decírtelo- se lamentó, desesperada.
-Entonces, ¿todo fue mentira? -preguntó el novio, angustiado-. No eres enfermera: eres una chica de la noche.
-No podía decírtelo; jamás lo hubieses entendido.
Todos los días, en todos los lugares, se ven escenas como esta: personas que argumentan que no pueden decir la verdad: que la dirán cuando llegue el momento oportuno; que la verdad es demasiado cruel para ser dicha en el momento; que la omiten porque aman a la otra persona. Pero, el texto de hoy afirma que la mentira, no importa el nombre que le des ni el justificativo que inventes, es maligna. Nace en la mente del enemigo; él es el padre de la mentira.
¿Estás escondiendo algo que debes decir? El mejor momento para decir la verdad es ahora; jamás habrá momento más oportuno. La verdad es como una herida limpia: sangra, duele, pero sana. La mentira, por el contrario, es como una herida infectada, que tarde o temprano te lleva a la muerte.
¿Por qué no haces de este día el día de la verdad en tu vida? Ve a Jesús, permanece a su lado: él es el camino, la verdad y la vida. Él te dará fuerzas para salir del mundo de oscuridad en el que vives, rodeado de mentiras medias verdades. Y recuerda:" [el diablo] ha sido homicida desde el principió, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él"

jueves, 8 de septiembre de 2011

Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana, el día sexto. Génesis 1:31.

El trabajo en la playa había sido agotador. El calor había estado insopor¬table, y Eulalia no lograba mantenerse en pie. A los veinte años de edad, le parecían injustas las venas abultadas de sus piernas. Tanta gente bonita, en aquella playa famosa, que mostraba la belleza de sus cuerpos en costosos trajes de baño. Y ella, ahí, vendiendo refrescos para conseguir un poco de dinero, que mal le alcanzaba para sobrevivir.
"¿Qué mundo es este?", se preguntó a sí misma, levantando los ojos al cielo en busca de alguna respuesta. Pero, todos parecían indiferentes a su dolor y a la rebelión de su corazón.
A lo largo de mi vida, he escuchado muchas veces esta pregunta. Un joven guerrillero me dijo, cierto día, que mientras Dios no le explicase las injusticias del mundo, él seguiría matando gente inocente. Ignoraba él que Dios no tenía nada que ver con las injusticias que él mismo cometía. El versículo de hoy asegura que, cuando el mundo salió de las manos del Creador, era "bueno en gran manera". ¿Qué fue lo que sucedió a lo largo del camino?
Cuando Jesús estuvo en esta tierra, narró una parábola que responde esta pregunta. Un hacendado sembró trigo bueno y, en la noche, vino el enemigo y plantó cizaña. Los labradores, entonces, le propusieron: "Señor, ¿quieres que arranquemos la cizaña?" Y el hacendado respondió: "No, dejen que crezcan juntos, hasta el día de la cosecha".
¡Ah, querido!, Dios creó un mundo perfecto: solo había trigo. Pero, el enemigo vino y plantó el dolor, la violencia y las injusticias. No obstante, el día de la cosecha está llegando; finalmente, la cizaña acabará. Mientras ese día no llega, permite que el trigo y la cizaña crezcan juntos.
"Es muy cómodo ese consuelo, cuando todo va bien", puedes pensar. Pero, no se trata de consuelo ni de comodidad; es la realidad descrita en la palabra de Dios. No aceptarla te lleva a la rebeldía y a la amargura; y la reali¬dad no cambia.
Sal esta mañana a enfrentar las luchas de la vida, con la seguridad de que "vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera".

martes, 6 de septiembre de 2011

Vence tus temores

Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo
y lo mató, sin tener David espada en su mano. 1 Samuel 17:50.

Aquella casa había estado abandonada desde que Elvira tenía memoria.
Todos, en el barrio, la llamaban "La casa encantada", por su aspecto gro¬tesco, mezcla de moho, misterio y herrumbre. Las malezas crecían en derre¬dor, entre paredes rotas que escondían todo tipo de alimañas.
Elvira había crecido escuchando historias fantasmagóricas respecto de aquella vieja casona. Ya no era la niña ingenua, que creía todo lo que las personas decían, pero, por algún motivo que no sabía explicar, la vieja casa misteriosa seguía infundiéndole temor. Sus temores ocultos eran más fuer¬tes que sus convicciones. Su mente le decía una cosa, pero su cuerpo no entendía; temblaba cada vez que pasaba cerca, especialmente cuando el sol se había ido y las sombras bañaban el ambiente con su aire de tristeza.
Pero, los temores de Elvira iban más allá. Empezó a percibir que su vida parecía una bella mariposa, con miedo de salir de su capullo. Y no era feliz. Nadie puede serlo, cuando se vive como si se le debiese algo al mundo; como si respirar fuese inmerecido, sintiendo que todos tienen derecho a sonreír, menos uno. La joven, de sonrisa triste y ojos almendrados, sabía que en aquella casa estaban plasmados todos sus temores. Algo le decía que, si lo¬grase entrar en aquellos escombros, sus temores estarían vencidos. Pensó en David, que con solo una honda y cinco piedrecitas derrotó al gigante Goliat, y en el nombre de Dios se desafió a sí misma.
Era una noche de cuarto creciente. La luna parecía sonreírle. Hizo una oración, y partió hacia sus temores ocultos. No fue fácil, pero había enten¬dido que la única manera de vencer los miedos es enfrentarlos. Mientras huyas de ellos, siempre te perseguirán, y jamás sabrás lo que es contemplar el nacimiento del sol quebrando el reino de la noche.
Elvira fue; y, a partir de aquel día, siguió yendo. Una victoria la preparó para otra. Y nunca más volvió a sentir miedo.
¿Cuáles son tus temores? No los niegues; negarlos es seguir escondién¬dote de ellos. Enfréntalos: Dios está a tu lado. "Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano"

lunes, 5 de septiembre de 2011

Cuidado con los ojos

Descendió Sansón a Timnat, y vio en Timnat a una mujer de las hijas de los filisteos. Jueces 14:1.

Gonzalo pasó su mano por el cabello y, mientras apagaba la computa¬dora, se dio cuenta de que la ventana de la casa de enfrente tenía luz. Interrumpió lo que estaba haciendo, y corrió a observar; siempre lo hacía, y después se arrepentía. Invadir la privacidad de la joven vecina no le hacía bien: la culpa lo castigaba a la hora de dormir.
Gonzalo atribuía la culpa a sus ojos: "Si fuese ciego, no tendría este pro¬blema", se recriminaba a sí mismo, en sus horas de arrepentimiento.
El problema de Sansón también fue sus ojos. Aparentemente; porque el nido de las actitudes pecaminosas nada tiene que ver con los ojos: está en la mente. Los ojos hacen lo que la mente ordena. El mensaje de hoy está relacionado con la tendencia carnal del ser humano: "Nací en pecado, y en pecado me concibió mi madre", declaró David después de ser víctima de la tendencia pecaminosa que cargaba en su mente.
La tragedia del hombre pecador es que vive en función de los sentidos; pueden ser los ojos, o el olfato o el paladar. La mente natural corre detrás de lo errado: sabe que eso le hace mal, pero insiste; sufre, pero continúa. Los sentidos son solo instrumentos al servicio de la mente, que se deleita en andar lejos de Dios.
A Sansón le fue mal; jamás le fue bien a nadie. La única salida radica en la transformación completa de la naturaleza, y ese milagro es llamado, en la Biblia, "conversión". En el momento de la conversión, Dios te entrega la mente de Cristo, y solo entonces estás en condiciones de colocar tus sentidos bajo el control del Espíritu.
A Sansón le costó caro aceptar el hecho de que necesitaba ser convertido. Se casó, llevado por los sentidos; dejó que su naturaleza rebelde decidiese su futuro. El resultado fue trágico: la mujer buscada solamente con los ojos, lo llevó a perder los ojos en manos de los filisteos.
Hoy puede ser un día de evaluación: ¿hasta qué punto soy dirigido por el Espíritu de Dios o por mi mente natural? Dios siempre está dispuesto a operar el milagro de la conversión cuando el ser humano cae, rendido, a sus pies.
No te olvides: a Sansón le fue mal porque: "descendió Sansón a Timnat, y vio en Timnat a una mujer de las hijas de los filisteos".

viernes, 2 de septiembre de 2011

El camino de la gloria

Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. Mateo 23:12.

Qué deseaba el Señor Jesús, al hacer una declaración como esta? ¿Filosofar? ¿Presentar un enigma? ¿Simplemente confundir? ¡No! ¡Jamás salió de la boca del Maestro un consejo que no fuese realidad de vida!
Solo que, para entender la practicidad de sus palabras, es necesario, a veces, fracasar. El dolor es un maestro convincente: el dolor trae, bajo sus alas, la vergüenza; el dolor y la vergüenza te conducen a las profundidades penosas del fracaso, tierra fértil para el análisis y la meditación. Entonces, entiendes que podrías haber escalado la cumbre de tus sueños, yendo por un terreno más seguro, aunque quizá más difícil.
El versículo de hoy nos muestra las contradicciones entre el Reino de Dios y el reino de los hombres: en el Reino de Dios, caminas para abajo y, sin embargo, asciendes; diferente del reino de los hombres, en el que tratas de llegar arriba y te descubres en el terreno pantanoso del abismo. El egoísta corazón humano es incapaz de entender las cosas del Espíritu. Por eso, la vida, en este mundo, es la desesperada carrera detrás de la gloria, el poder, las luces y los aplausos. Para alcanzarlos, se echan a un lado los valores, los principios y hasta el respeto propio. Un día, puedes lograr lo que tanto bus¬cas, pero entonces descubres que continúas vacío, y te desesperas y no sabes hacia dónde más correr.
Cuando te dejas guiar por el Espíritu, las cosas son diferentes: tu gloria es el camino de la abnegación, del servicio, de la renuncia y del altruismo. No buscas gloria, tratas de servir. Pero, extraño como parezca, ese camino te conduce a las alturas, y un día te descubres en medio de las pantallas que no buscaste: es el brillo de una noche de sueño tranquilo, la paz de un corazón que no debe, y la quietud del amor de gente querida, a la que supiste hacer feliz.
Hoy es un nuevo día, y una nueva oportunidad para reorientar tus va¬lores y analizar la búsqueda de tu corazón: ¿Hacia dónde te diriges? ¿Qué blancos persigues? Déjate guiar por la Palabra de Dios, y haz de este un día de servicio, "porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido".

jueves, 1 de septiembre de 2011

¿Qué harás?

Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! Mateo 27:22.

¿Por qué murió Jesús? Él no fue un loco suicida, que había perdido las 7 ganas de vivir; tampoco era un revolucionario social, que pagó el pre¬cio osado de sus ideas. No fue un delincuente, condenado por sus delitos. Todo lo que había hecho, mientras vivió en la tierra, fue en favor del ser humano. Entonces, ¿por qué lo crucificaron?
Cuando, aquella tarde, la multitud gritó: "¡Sea crucificado!", no estaba haciendo otra cosa sino cumplir el plan trazado desde antes de la fundación del mundo: Jesús tendría que morir; el justo tendría que entregar su vida por los injustos. Era la única manera de salvar al pecador.
El hombre había caído, y estaba condenado a la muerte. No se trataba solo de la muerte eterna: la vida, en esta tierra, sería, para él, un permanente morir cada día, lentamente, de a poco... Pero, Jesús nos amó tanto que dejó todo en el Reino de los cielos, y vino a sufrir la muerte que nosotros mere¬cíamos.
Pasarán los siglos, y la eternidad no será suficiente para entender la in¬mensidad del amor de Dios. ¿Por qué tendrías que vivir, entonces, cargando el peso de la culpa o pensando que no tienes el derecho de ser feliz? El precio de tu delito ya fue pagado; tus pecados ya han sido perdonados. Todo lo que falta es que digas qué harás con Jesús, llamado el Cristo.
Pilato preguntó al pueblo lo que él haría con Jesús. ¿Por qué necesitaba preguntar? Nadie te puede decir lo que harás con el Maestro; eres la única persona que puede responder a esta pregunta. ¿Qué harás con su sacrificio? ¿Habrá valido la pena que él muriera por ti?
Es lamentable que, muchas veces, tenemos miedo de asumir la respon¬sabilidad de una respuesta; preferimos que otros decidan. Pero, cuando se trata de la vida espiritual, nadie puede responder por ti. Jesús ocupó tu lugar en la cruz, a fin de que tú no le dieses el lugar de tu responsabilidad a nadie. La respuesta es solo tuya, y de eso depende tu destino eterno.
Hoy es un nuevo día en tu vida. Podrá haber sombras, o tempestad o truenos, pero es un nuevo día; un día para decidir. Decidir es vivir; o morir: depende de lo que harás tú con el sacrificio de Jesús en la cruz del Calvario.
Sal con este pensamiento, recordando que "Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado!"