Vi un Cielo nuevo y una Tierra nueva; porque el primer Cielo y la primera Tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Apocalipsis 21:1
viernes, 10 de septiembre de 2010
Pecado voluntario
Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados (Hebreos 10:26).
EN EL RITUAL DEL SANTUARIO, solo se proveía solución al pecado cuando este era involuntario o inadvertido. La ley decía: «Si el que peca inadvertidamente es alguien del pueblo, e incurre en algo que. los mandamientos del Señor prohíben, será culpable» (Lev. .4: 27). El pecado no se disculpaba porque fuese hecho involuntariamente. Pero se proveía una manera para resolverlo mediante el ofrecimiento del sacrificio respectivo: «Así el sacerdote hará expiación por él, y su pecado le será perdonado» (vers. 31). En todos los casos que se ofrecía perdón al transgresor, se debía a que el pecado era involuntario (vers. 1, 13, 22; 5: 14, 17, 18; 22: 14; etc.). En el sistema de expiación del santuario no se ofrecía perdón ni expiación por el pecado voluntario. Este se define como rebelión abierta y descarada contra Dios. Se castigaba con la muerte.
Seguramente no se expiaba en el santuario porque, siendo un acto de arrogancia y rebelión abierta y descarada contra la ley de Dios, la persona no sentía necesidad de arrepentimiento ni de confesión (que implica aceptación de culpa) ni de perdón. En tal circunstancia, el individuo se colocaba fuera del alcance de la misericordia divina. A este pecado se refiere Hebreos, cuando dice: «Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados. Solo queda una terrible expectativa de juicio, el fuego ardiente que ha de devorar a los enemigos de Dios. Cualquiera que rechazaba la ley de Moisés moría irremediablemente por el testimonio de dos o tres testigos» (Heb. 10: 26-28).
Por lo tanto, cuando el pecador se arrepentía, el pecado era considerado involuntario, como hecho sin querer. Todos los pecados son hechos conscientemente, pero cuando media el arrepentimiento, Dios los considera como hechos involuntariamente. Mira a esa persona como si fuera inocente, sin la intención aviesa de pecar, sin arrogancia.
Para meditar: «Cristo está pronto para libertarnos del pecado, pero no fuerza la voluntad; y si por la persistencia en el pecado la voluntad misma se inclina enteramente al mal y no deseamos ser libres, si no queremos aceptar su gracia, ¿qué más puede hacer?» (Eí camino a Cristo, p. 33).
(Tomado de “El manto de su Justicia”).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario