viernes, 29 de octubre de 2010

BENDECIDOS POR DIOS


“Bienaventurado los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Mateo 5:5

Ser manso es aceptar la voluntad de Dios para nosotros sin disputar ni resistir. Ser manso es advertir que lo que nos ocurre ha sido permitido por Dios y él lo usará para su honra y su gloria.
Necesitamos conocer y aceptar la soberanía de Dios. ¿Se acuerda de lo que dijo Nabucodonosor después de su enfermedad?: “Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:34,35).
Ser manso significa permitir que Dios esté en el control de cada detalle de nuestra vida: Nuestro matrimonio, nuestros hijos, nuestro trabajo, nuestra salud, nuestra vida espiritual. Ser mano es decir: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Ser manso es reconocer que el Dios sublime que nos contempla desde su trono es bueno. El nos ama, y la razón por la que no ha venido es que está esperando que nosotros y otros vengamos al arrepentimiento.
Meditemos en lo siguiente: La mansedumbre bendecida por Dios no es debilidad, sino una actitud de aceptación de la voluntad divina que se torna en un poder asombroso bajo el control y la conducción de Dios mismo.
(Tomado de: Herederos de promesas)

No hay comentarios:

Publicar un comentario