jueves, 26 de agosto de 2010

MONEDAS EN LOS OJOS

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde, ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”. Mateo 6:19,20

Cuenta la historia que en cierta ocasión el fundador y dueño de la fábrica de automóviles más grande del mundo, Henry Ford, le preguntó a un joven ingeniero cuál era su mayor ambición en la vida. El joven le contestó que quería ser muy rico. “Todo lo demás, dijo con fervor, es secundario”.
Unos días después de aquella conversación, el Sr. Ford le obsequió al joven un hermoso paquete. Cuando éste lo abrió, adentro encontró un par de espejuelos con armadura de metal. Pero donde se suponía que estuviesen los lentes, había un par de monedas de plata.
-Póngase estos lentes- le ordenó el Sr. Ford. El joven ingeniero le obedeció. – Ahora dígame qué ve- añadió Henry Ford. – Nada- respondió el joven-, las monedas bloquean totalmente mi visión. -Lo cual muestra que tal vez usted debe considerar nuevamente cuál debería ser su mayor ambición- le dijo el gran empresario.
Si alguien llenara nuestros lentes con aquellas cosas que consideramos prioritarias, o que más nos interesan, ¿qué serían? Quizá nos conviene hoy analizar nuestras prioridades. La promesa implícita de Mateo 6:19 y 20 es que existen intereses pasajeros y corruptibles, e intereses que son eternos. ¿En qué categoría se encuentran nuestros más caros anhelos? ¿En qué pensamos? ¿Qué es lo que deseamos más que otra cosa?
No estamos enfrentando el materialismo con la espiritualidad. Puede ser que lo que nos consume no sea de índole material. Podría tratarse de deseos de reconocimiento, de la ambición de controlar la vida de aquellos que nos rodean, de una preocupación desmesurada por obtener los afectos de otra persona. Si nuestra vida sufre el desequilibrio de una obsesión enfermiza, de cualquier obsesión, fácilmente podemos perder de vista la importancia de lo eterno y perdurable.
Meditemos en lo siguiente: Dios promete algo mejor. Esta vida no lo es todo. Hay tesoros mejores más allá.
(Tomado de: Herederos de promesas)

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