viernes, 30 de julio de 2010

PAZ EN NUESTRO LUGAR

“La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos”. Hageo 2:9
Hace algunos años, la Enciclopedia Funk & Wagnalls publicó una lista de nuevas enfermedades bajo el título de la era de la ansiedad. Entre ellas se informó acerca del problema de muñecas de las manos lesionadas por participar excesivamente en juegos de video. Se encontraban también algunas nuevas enfermedades de los nervios.
Los metafílicos son aquellos que le buscan más sentido a la vida del que realmente tiene; los cataclónicos son felices cuando pueden crear problemas; los paranoicos a la inversa se sienten mal cuando no son perseguidos, y los que sufren del síndrome de tensión pre-traumática son aquellos que se sienten ansiosos porque no les ha pasado nada malo.
Estamos indudablemente en la era de la ansiedad, un tiempo cuando los fármacos como el valium y el prozac son tan conocidos como la aspirina. Nos preocupamos por lo existente y por lo no existente. Entre las causas de la ansiedad se encuentran elementos relativamente nuevos, como la aceleración de la vida y los cambios, la dispersión de la familia y el exceso de información. Otros asuntos, como las fluctuaciones económicas y las guerras, han sido parte de la historia durante muchos siglos.
En Hageo, la promesa de paz viene conectada con la presencia de Dios. Según la gloria de Dios se manifieste en su casa, y por extensión en los hijos, habrá paz en nuestros lugares. Cuando Dios mora en nuestro corazón, trae con él paz genuina; la paz de la confianza, de la dependencia, de la esperanza. Su mensaje es tan valido hoy para el ser humano como cuando fue expresado por el profeta.

Meditemos en lo siguiente: Esta paz no es como la paz ofrecida por los seres humanos, es la paz de Jesús. Esta es la paz que siente el que ha sido perdonado, el que ha sido justificado “por la fe” (ver Rom.5:1). Es imposible encontrarla en otro lugar. Con todos los avances que ha logrado, la ciencia no puede medirla, ni mucho menos otorgarla.
(Tomado de: Herederos de la promesa)

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