martes, 20 de julio de 2010

“LA SEGUNDA MILLA”

“LA SEGUNDA MILLA”
“Así, todo lo que queráis que los hombres hagan con ustedes, hacedlo también vosotros con ellos”. Mateo 7:12
Una de las declaraciones cristianas que ha despertado más interrogantes y comentarios, es la que dice: “A cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos” (Mateo 5:41). O estas palabras son una insensatez, o encierran profunda sabiduría. Cuando el Maestro las pronunció, los judíos, sojuzgados por el poder romano, estaban obligados a llevar una milla la carga de un soldado romano, si éste lo pedía. Y Jesús tomó este hecho conocido y amargo para todos sus oyentes, para indicar la excelencia de aquel que es capaz de hacer algo más que lo que marca su obligación. La virtud del hombre está en aquel que no se limita a hacer lo mínimo que se le exige en la vida, dijo Jesús.
Este principio tan elevado y hasta casi imposible de cumplir, es sin embargo la clave de la prosperidad de cualquier persona. Cierta vez se quiso investigar hasta qué medida los vendedores de tienda ponían en práctica este principio de la llamada “segunda milla”. Varios comercios fueron visitados por un supuesto cliente, quien contaba que había perdido todo su equipaje en un viaje aéreo, y decía: “No tengo más que lo puesto. Quisiera comprar una camisa”. Y por extraño que parezca, en general los vendedores se limitaron a vender la camisa. Sólo en la quinta tienda el vendedor se esforzó por venderle al cliente algo más que una camisa, en vista de que había perdido todo su equipaje.
Los otros vendedores cumplieron con su obligación, recorrieron una milla, vendieron la sola camisa que se les pidió. Y allí termino su labor, cuando estaban delante de un cliente que necesitaba toda clase de ropa.
¿Comprendemos el valor de practicar lo que Jesús llamó la “segunda milla”? No hay mayor mérito en cumplir exclusivamente con nuestro deber. Eso se da por sentado que debe hacerse, sencillamente porque es nuestra obligación. Lo que Jesús quiso inculcar fue la nobleza de aquel que sabe colocarse por encima de lo obligatorio, y hace con amor algo adicional a favor de su prójimo, no importa que éste sea su enemigo, como ocurría con el soldado romano con respecto al hombre judío.
Por cierto, no es fácil hacer algo más de lo que se nos pide. Pero precisamente allí está la virtud del cristiano, que no mide su servicio por el cumplimiento frío del deber, sino que siempre procura hacer un poco más.
Un saludo cordial, una palabra de aliento, un gesto de perdón, una ayuda espontánea, un obsequio de amor, son todos actos adicionales a lo que fríamente nos indica nuestra obligación. Sin embargo, cuánto mejora la vida realizando estos actos. Para esto se requiere un espíritu superior, un amor sin mezquindad alguna. Se necesita vivir en unión espiritual con el propio Autor de esas sublimes palabras.
Meditemos en lo siguiente: Que hoy podamos poner en práctica en nuestros trabajos, en el hogar, con los hijos, el esposo, el amigo, con todo el que nos rodea, el principio de la segunda milla.
QUE DIOS TE BENDIGA

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