jueves, 21 de octubre de 2010

“TRATAD A VUESTRAS ESPOSAS CON DIGNIDAD”


“Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. 1 Pedro 3:7


María y Raúl llegaron un día al escritorio de un consejero espiritual, con el hogar al borde del colapso. ¿Dónde estaban los sueños que un día los llevaron al altar? ¿Qué sucedió en apenas cinco años de matrimonio?
-Fueron apenas seis meses de felicidad- dijo ella llorando-. Después todo fue agresión y angustia, que hoy se está transformando en desprecio e indiferencia.
Estamos viviendo en tiempos críticos para la familia. Los novios llegan al casamiento llevando debajo de la manga la posibilidad del divorcio si las cosas no salen bien. Cada día se acepta con más naturalidad la separación de un matrimonio.
Lo interesante es saber que todos los matrimonios llegan al altar queriendo ser felices y amándose mucho. ¿Por qué, entonces fracasan los hogares? Está probado por la propia vida que para ser feliz en el casamiento no basta simplemente con querer ser feliz, ni amar mucho al cónyuge, porque si fuese así, la gran mayoría de los casamientos serían un éxito.
¿Qué es lo que está faltando, entonces? “Vivid la vida común del hogar sabiamente”, dice Pedro. La sabiduría y el equilibrio son dones que sólo Cristo puede dar. Para que un matrimonio dure toda la vida es necesario que sea construido sobre bases sólidas, y no apenas sobre sentimientos y buenas intenciones humanas.
El marido necesita ir cada día a los pies de Jesús y deponer ante él su intransigencia, su radicalismo, su autoritarismo. Necesita decir: “Señor, habita en mi por la presencia de tu Santo Espíritu y transforma mi carácter. Ayúdame a considerar a mi esposa como a ´vaso más frágil´, y enséñame a tratarla con respeto y dignidad.
Jesús, que ve y comprende todo, sin duda irá puliendo las aristas de nuestro carácter, y nos enseñará a vivir (a ambos hombre y mujer) la esencia del evangelio en la “vida común del hogar”.
Meditemos en lo siguiente: No permitamos que esta vida tan agitada y llena de actividades nos impida escoger tiempo para estar a solas con Jesús. Dejemos que Cristo entre en nuestro hogar y coloque cada cosa en su lugar. Sólo debemos decirle: “! Señor, acepto!”
(Tomado de: A solas con Jesús)

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