lunes, 25 de octubre de 2010

MÁS ALLÁ DE LOS DEFECTOS


“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”. Gálatas 6:2


El amor ve más allá de las faltas, pero nuestra mente parece estar programada para concentrarse en los defectos, incluso en las cosas inanimadas. ¡Cuántos de nosotros hacemos un hábito de quejarnos del clima, del tráfico, del ruido, de los olores!
Podemos tener un sol magnifico, estar rodeados de un paisaje impresionante, y quejarnos del viento. Podemos tener una familia amante, una salud inquebrantable, un empleo satisfactorio, unos hijos maravillosos, y deprimirnos por nuestro aspecto físico. A veces nos concentramos en las características insignificantes de una persona y olvidamos todo lo demás. Nos molesta la risa fuerte de uno, la forma de vestirse del otro. Juzgamos a las personas en base a un rasgo de su personalidad y dejamos de ver su generosidad, su abnegación, sus buenas acciones y su decencia innata.
Me pregunto cuántos defectos de los discípulos Jesús pasó por alto. La impulsividad de Pedro, el perfeccionismo de Marta, las dudas de Tomás, la cautela exagerada de Nicodemo, la introversión de Zaqueo. Más allá de la primera impresión, más allá de las rudezas de su carácter, Jesús vio lo que podían llegar a ser por su gracia.
Nuestra perspectiva es diferente. Nosotros estamos en la misma situación que los discípulos. También tenemos defectos, heredados y cultivados. En el plano espiritual, no gozamos de ninguna superioridad real. Todos somos pecadores necesitados de perdón y redención.
Pablo abunda sobre las implicaciones de “sobrellevar”. Nos invita a tener una impresión realista de nuestro valor: “Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña”. Nos anima a tener una motivación espiritual en nuestro trato a los demás: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”.
Meditemos en lo siguiente: Pablo también nos promete una recompensa para los que decidan actuar sobre la base de la bondad: “No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gal. 6:3-10). Pidámosle a Dios hoy, que nos ayude a vivir según la regla de oro: “Tratar a los demás como desearía ser tratado”.
(Tomado de: Herederos de promesas)

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