“El odio despierta rencillas; pero el amor cubrirá todas las faltas”. Prov. 10:12
El odio no es tan solo el deseo violento de querer que el otro muera. Se manifiesta de muchas formas diferentes. Murmuración, chismes, conclusiones equivocadas, mentiras calumniosas, historias falsas que manchan la reputación, son todos los trajes con los que se viste el odio.
Salomón, en el versículo de hoy, dice que “el odio despierta rencillas”. Hace más. Abre heridas, rompe relaciones, construye muros de separación, destruye amistades, paraliza, desanima y mata.
El odio tiene sus raíces en una amargura no curada, en la incapacidad de perdonar, en el resentimiento guardado. Lo peor de todo es que no hace tanto mal al odiado como a la persona que odia. El corazón del que odia es un depósito de veneno. Antes de salir para afuera, la substancia letal corroe el propio depósito.
Ninguna persona sensata guarda odio en su corazón, porque estaría suicidándose. No tiene sentido. Es una locura. Irracionalidad. Hay un camino mejor para curar las heridas. Es el camino del amor. “El amor cubrirá todas las faltas”.
Si tuvieras que apagar un incendio, ¿usarías agua o gasolina? El amor es agua. El odio es gasolina. Vengarse, empujado por el odio, te pone a ti en desventaja.
En toda venganza hay dos víctimas. Por eso, el odio es autodestructivo, y por eso Dios nos enseña que ése no es el camino que conduce a la felicidad. Hoy como todo nuevo día, es una nueva oportunidad para pensar y repensar. ¿A dónde estoy yendo? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Cuáles son mis motivaciones? ¿Cómo afecta esto a las personas que amo?
Meditemos en lo siguiente: Antes de salir para enfrentar los desafíos de hoy, recuerda que “el odio despierta rencillas; pero el amor cubrirá todas las faltas”.
(Tomado de: Cada día más sabio)
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