viernes, 23 de julio de 2010

LA OBEDIENCIA

“Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia”. 1 Pedro 1:14

El asunto de la santificación está íntimamente relacionado con la obediencia. Esta es la disposición del justificado a seguir las indicaciones de su Señor. El que ha recibido la justicia de Cristo, se convierte en su seguidor. El discípulo debe seguir las enseñanzas y los caminos de su Maestro. Muchos textos de los Evangelios muestran que Jesús siempre invitaba a quienes sanaba o perdonaba, a que lo siguieran. Así, los que hemos sido justificados nos convertimos en seguidores de Jesús.
Imitar a Jesús implica seguir sus indicaciones. El discípulo está dispuesto a cumplir los mandatos de su Maestro. No se esperaría que fuese de otra manera, especialmente por el hecho de que hemos decidido seguir a Jesús voluntariamente y no por la fuerza. Es la misma razón por la que Pablo le ordenaba ciertas cosas a Filemón, quien era su discípulo, confiado en que las haría: “Te escribo confiado en tu obediencia, seguro de que harás aún más de lo que te pido” (Filemón 21).
Cuando seguimos a Jesús, lo hacemos porque nos ha salvado; al redimirnos, se convierte en nuestro Líder y Maestro; al ser nuestro Guía, lo seguimos gustosamente. Por eso, el discípulo es una persona que sigue con placer a su Maestro; sus órdenes no son una imposición, sino una manera de guiar en el camino.
Pero Jesús no es un maestro que requiera sumisión y no esté dispuesto a darla. El mismo ha demostrado cómo ser obediente. El apóstol nos dice: “Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Fil. 2:8).
Meditemos en lo siguiente: Jesús fue obediente a su Padre. Nos dice que cuando le obedecemos, en realidad nos sometemos a la voluntad del Padre. El nos señaló que el camino de la obediencia es el mejor a seguir.
(Tomado de: El manto de su Justicia)
QUE DIOS TE BENDIGA

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